PYME sanguchera: Fresia

Clint Eastwood dice en su rol de Walt Kowalsky que su hijo es un ladrón, un embaucador. Lo dice porque gracias a su trabajo de toda una vida en una planta de la Ford el muchacho pudo estudiar una carrera y dedicarse ahora a la gestión comercial. El padre hacía autos en una industria nacional. El hijo sólo vende producción ajena. Dos formas de capitalismo y un abismo entre ellas.

En la esquina de Antonia Lope de Bello y Constitución, justo donde décadas atrás Eduardo Gatti tuvo una disquería, un par de amigos están haciendo sánguches para saltar del capitalismo especulativo a uno más noble. El local se llama Fresia y quiere aludir a la mujer de Caupolicán, a la difunta elefanta, al pueblo, al nombre de señora antigua-popular, a un sonido con varias acepciones, todas ellas chilenas. La estética y el buen estilo no interfieren para nada con este carácter local, barrial, citadino, reconocible y desacomplejado.

Probamos apenas una vienesa italiana porque no era hora de comer más. Todo el local con barra y una isla. Pisos altos, como debe ser, sin imposturas. Salsas, alcuza y nada de ketchup. A mi entender una lectura bien clásica, al estilo de la Fuente Alemana que tampoco usa ketchup. El pan estaba ok, la vienesa de buena calidad y bien calentita. El maestro pone la mayo primero, luego una palta molida por mi mamá estilo caserísimo y el tomate en cubos grandes. Quizás a la hora de almuerzo estaba más brilloso, menos mustio, pero se puede perdonar en trueque por el buen servicio. La bebida llega en una garza sacada del frizer, tanto que rechazamos el hielo que nos ofrece el diligente mesonero. Estupendo.

La oferta de comida y bebida es muy completa y se puede ver pinchando aquí.

Envidiable y genuino emprendimiento sin tollos emporialistas.

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